29 abril 2015

A vueltas con la participación de los cofrades en la procesiones de Semana Santa

Para aquellos que viven la Semana Santa desde las aceras o a través de los medios de comunicación, en definitiva, desde la distancia, es fácil que piensen que esta manifestación de la piedad popular es igual en cada lugar en que se desarrolla. Imágenes del Señor o de la Virgen, llevadas a hombros, a costal e incluso a ruedas, acompañadas por cofrades – penitentes, nazarenos, papones o capuchones – que en algunos casos entienden que su participación es un acto penitencial o, como su nombre indica, hacer Estación de Penitencia ante el Santísimo Sacramento.

Siempre he defendido, y si nadie me convence de lo contrario, así lo seguiré haciendo, que las procesiones de Semana Santa tienen mucho que ver con el carisma de la hermandad de turno, su idiosincrasia, sus vivencias a lo largo de todo el año, sus advocaciones, etc. Las reglas y estatutos hablan de estas manifestaciones como de “actos de culto externo” que complementan (¿) a otras muchas actividades que las hermandades y cofradías realizan en consonancia y coherencia con los fines que las citadas reglas recogen. Entiéndase por actividades, todo aquello que guarda relación con los cultos internos, la formación, la caridad y la asistencia social, etc. y otros para – litúrgicos o netamente culturales..

Tras la Semana Santa de 2015, se ha puesto en evidencia que algo está fallando en cuanto a la participación de los cofrades en las procesiones pasadas (cantidad y calidad). En Sevilla, sin ir más lejos, están en candelero estos días aspectos tales como el comportamiento de una minoría de nazarenos, impropia a mi juicio de lo que significa hacer Estación de Penitencia; la “necesaria” reducción del número de participantes, especialmente en las procesiones de la Madrugá, etc..


Por el contrario, en Salamanca, seguimos rasgándonos las vestiduras sin encontrar respuesta a la más que consabida poca presencia de nazarenos en los cortejos, ausencia que desde hace algunas décadas va en aumento y que algunos “enterados”, como este bloguero, ya augurábamos entontes. Vemos, por tanto, como con denominadores comunes, la problemática es distinta en cada lugar de los citados – dicho sea de paso, lugares en los que participo en las dos únicas hermandades a las que pertenezco – y habrá de ser en cada ámbito donde se haga una reflexión profunda sobre las causas o motivos que condicionan estos hechos..

Sin querer pecar de “ombliguista sevillano”, estoy convencido de que en Sevilla se acabarán encontrando soluciones que eviten los continuos retrasos o el hecho de tener que agrupar a los nazarenos en filas de 3 o 4, con lo que esto supone para los afectados. Y estoy convencido, digo, porque si algo hay en la tierra hispalense es voluntad y personas cualificadas y dispuestas a que estas situaciones no pasen a mayores y “no se nos vaya de las manos” un legado tan importante como éste. El tiempo será testigo de si estoy equivocado o no. De momento, ya existen propuestas procedentes de las propias hermandades, junto a las de “palacio” o del propio ayuntamiento, que abogan por recuperar el sentido común y por encontrar puntos de encuentro que nos permitan vivir la Semana Santa de 2016 y todas las que vengan, en condiciones distintas a las de este año..


Sin embargo, en mi querida Salamanca, la solución se me antoja harto complicada. Muchos son los factores que me hacen pensar así, amén de la experiencia de más de treinta años escuchando la misma “cantinela”..

Uno de los factores tiene mucho que ver con lo que hacía alusión anteriorme: la vida de hermandad a lo largo del año. Si los cofrades no vivimos la cofradía día a día, no es de extrañar que el día en que Nuestros Titulares salen a la calle, optemos por colgarnos la medalla y participar como meros espectadores. Es en este momento cuando los que “mandan” comienzan a flagelarse, a censurar estas actitudes y a lanzar ataques hacia quienes libremente deciden no participar en la procesión, algo que no deja de sorprenderme, pues si el cofrade es ajeno a la hermandad a lo largo de 364 días, por qué no va serlo también un día más..

Salamanca es procesionista por antonomasia. La inmensa mayoría de las hermandades viven pensando en ese día del año, como si éste fuera el culmen de todo, sin tener en cuenta que para llegar a él hay que recorrer un camino de formación, de espiritualidad, de compromiso. De nada sirve sacarse de la “chistera” inventos para llamar “a filas a los cofrades” o, peor aún, hacer campañas de márquetin para fichar adeptos, como si de socios de un club de futbol se tratase. Esto es mucho más serio que todo eso. Ni se puede ir vendiendo humo con grandes y atractivos proyectos, ni tampoco permanecer estancados en el tiempo, pues ambas cosas lo único que generan son desilusiones, pérdida de compromiso y, lo que es peor, la baja de muchos en la nómina de las propias hermandades..


Para colmo, la Junta de Semana Santa vive de espaldas a la mayor parte de sus cofradías y hermandades, organizando actos meramente institucionales y de cara a la galería, con apenas apoyo moral y material a las mismas, echando más leña al fuego si cabe, estando inmersa en un estado de precariedad en cuanto al gobierno de la misma, con unos estatutos obsoletos y a los que nadie se atreve a meter mano..

Si el Obispado salmantino está cansado de tener que aguantar las continuas desavenencias internas o entre las mismas hermandades; si los llamamientos que se hacen desde la diócesis reciben una respuesta prácticamente nula; o si iniciativas como los cursos cofrades, vigilias, etc. son vistas como algo que no va con nosotros, malamente podemos esperar un apoyo o una implicación de las autoridades eclesiásticas para salir de este “coma” permanente..


Hace tiempo propuse la celebración de un Encuentro Diocesano de Hermandades y Cofradías de Salamanca, en el que se sentaran las bases para dotarnos de unas Normas Diocesanas comunes; en el que desde la libertad, desde el respeto y con un espíritu constructivo, fuésemos capaces de una vez por todas de establecer unos cimientos firmes de cara al futuro. Propuesta que parece ser que a nadie le interesa, bien porque algunos tienen miedo de escuchar la realidad de nuestra Semana de Pasión, bien porque otros ven peligrar sus intereses o bien porque, a pesar de los lamentos, vamos bien “montados en el burro”..

Tal vez “este enterado” vea la solución con más Esperanza que el resto, pero considero que en el ámbito semanasantero todo está inventado. Es tan fácil como ceñirse a los fines que marcan los estatutos – dicho sea de paso, prometidos y acatados por todos – y que las juntan de gobierno se calcen el mono de trabajo, vivan más cerca de sus hermanos, que no se limiten a escuchar sus propuestas o sus quejas en una par de cabildos al año y, sobre todo, a empezar a asumir que la hermandad no es ni una forma de proyectarse socialmente, ni mucho menos “el cortijo de mi familia y cuatro más” en el que se hace y se decide lo que yo mando sin tener presente que el patrimonio más importante que tiene la hermandad es precisamente eso, sus hermanos..


En definitiva, que ya va siendo hora de “sacudirse el polvo”, de asumir responsabilidades por parte de todos, los de arriba y los de abajo, de menos victimismo y más cumplir con lo prometido y, sobre todo, de tener muy presente que el protagonismo hay que dejárselo al Señor y a la Virgen, que para figurar valemos todos, yo el que más, y que la vara, el cirio o el costal, son elementos accesorios que nada tienen que ver con fomentar y asistir a los cultos, jornadas de oración y formación o a la tan necesaria ayuda a los más desfavorecidos y necesitados. .