03 mayo 2014

Antes y después de una Madrugá llena de Esperanza


Pasan más de cuatro horas de la medianoche salmantina de un viernes inmensamente intenso, en el que mi mente ha estado por delante de mi corazón más de lo deseado. Pero cuando las circunstancias se anteponen a los deseos, no queda otro remedio que asumir la cruda realidad.

Algo similar ocurre con el tiempo, el que marca las horas, las semanas, los meses. Para los macarenos, esperar todo un año para acompañar a Nuestros Sagrados Titulares, es algo difícil de llevar, pero que aceptamos con ilusiones renovadas, sabedores que esa Madrugá tantas veces soñada, llegará y se convertirá en la mayor manifestación pública de nuestra fe por las calles de Sevilla, mi Sevilla, la que me acoge cada vez con más carillo, pues en ella comparto muchos de mis sentimientos, devociones y vivencias.

Para un costalero macareno es "madrugá" todo el año. Como suelo decir, las cosas no ocurren por casualidad y meterse bajo las trabajaderas del palio de la Madre de Dios requiere de compromiso, lealtad, responsabilidad, entrega y, por supuesto, preparación en todos los terrenos. No somos perfectos, ni mejores ni peores, pero si somos costaleros macarenos y esto lleva un plus que sólo quienes "nos convertimos en los pies" de Nuestra Madre de la Esperanza o de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia durante más de doce horas, sabemos lo que significa.

Privilegiados, elegidos, grandes, son términos que nos dedicáis quienes os sentís cercanos a nosotros. Pero ello no es suficiente si realmente estamos dispuestos a salir por la cancela de la Basílica dispuestos a darlo todo. Como diría nuestro capataz, Antonio Santiago, "Ellos si son perfectos, nosotros no, pero debemos rozar e intentar lograr esa perfección que el hecho de pertenecer a una cuadrilla, a una hermandad, como la Macarena, nos exige."

¿Y que sería de nosotros, de mi, sin vuestro aliento y apoyo, sin vuestras peticiones, oraciones y plegarias? Puedo decir muy alto, le pese a quien le pese, que a lo largo de mi vida han ocurrido grandes momentos, grandes cosas, pero solo dos pueden tener la consideración de felicidad plena. Una, ser padre de dos hijos maravillosos, David y Amanda, a quienes quiero, admiro y muchas veces añoro,  procurando ser el "papi" que ellos se merecen. La otra, sin duda, ser costalero macareno y poder compartir con mis compañeros, mis hermanos, esas horas únicas e irrepetibles, y que desgraciadamente avanzan más rápido de lo deseado. Horas en las que Ella sigue siendo la protagonista de mi vida, de mi fe, de mi desvelos y alegrías, mientras reparte su Bendita Esperanza por las calles y su barrio sevillano.

Desplazarse desde esta tierra que me vio nacer a aquella que me adopta una y otra vez, no tiene más sacrificio que el económico. ¡Cuántos quisieran tener mi fortuna, aunque tuviesen que desplazarse cinco o seis veces antes de la Estación de Penitencia! Y es que una igualá o un ensayo, llevan aparejados no solo la obligación y el cumplimiento de asistir a la llamada del capataz, sino también la oportunidad de reencontrarme con mi gente, con mis hermanas y hermanos, con ese sol que me espera al salir la Estación de Santa Justa y que hace que mi adrenalina se dispare. Oportunidad de poder estar de nuevo ante vuestra presencia, de agradeceros todo lo que hacéis por los míos, de ser mi referente y parte de mi proyecto personal de vida. 

Mucho se ha escrito y se ha dicho ya sobre la reciente y pasada Madrugá; muchos son los vídeos e imágenes que circulan por la red. Por eso no voy a ocupar tu tiempo con lo que ya es por ti conocido. Y menos aún con aquello que no sabría explicarte, pues soy infinitamente torpe a la hora de poner palabras a lo que este macareno salmantino vive y comparte junto a Ella, a lo que mi corazón siente y goza por poder "rezar como solo rezan los costaleros macarenos". 

Por eso, junto a estos párrafos que si salen del corazón, te propongo que disfrutes con algunas de las fotografías de antes y después de la Madrugá de este 2014, año macareno donde los haya, año en el que conmemoramos el 50 Aniversario de la Coronación Canónica de Nuestra Esperanza y que en breves fechas te iré dando cuenta del mismo.





































































































Tan solo el corazón, Madre, preciso
para cantarte ¡Virgen de Sevilla!
porque ella lo soñó y Dios lo quiso.