23 abril 2013

Estación de Penitencia Jesús Despojado I (Salamanca)


Cada Semana Santa es diferente y por ende, cada Domingo de Ramos también. Son muchos los condicionantes que entran a formar parte de uno de los días más esperados a lo largo del año, y de un modo especial para los que nos sentimos cofrades y devotos de Nuestro Padre Jesús Despojado de sus Vestiduras, “el Despojado de Romero Zafra salmantino”.

A lo largo de los días previos, incluso semanas, se vierten comentarios por todos los lugares, muchos de ellos innecesarios, pero que se me antojan son fruto de la ansiedad, de los nervios, de la incertidumbre, incluso del medio a no estar preparado o a la altura de lo que representa acompañar al Señor por las calles de Salamanca.

Sin duda, aquellos que “se han cuidado” a lo largo del año, que con mayor o menor empeño han puesto de su parte para contribuir a hacer el bien, a sentirse en paz consigo mismo y con los demás; aquellos que han dado todo sin importar lo que digan otros, priorizando el amor y la entrega en favor de los demás y, especialmente, teniendo a Jesús presente en sus vida, en su proyecto de vida, … Aquellos, como digo, darán testimonio de fe en mejores condiciones que otros. Pero nadie es quien, y menos yo, para juzgar o valorar cómo acude cada cofrade, cada hermano, de mi hermandad de San Benito, a realizar su particular Estación de Penitencia.

Que me gusta compartir momentos y sentimientos no es algo novedoso en mí, de ahí, que siguiendo el guion dispuesto en las reglas, partimos varios hermanos y hermanas hacia el encuentro del Señor, tras habernos vestido y revestido con nuestro hábito. Son rituales que no me gusta perder, pues no me siento bien vistiéndome solo o sabiendo que otros lo hacen.

Brilla el sol en el centro de la ciudad, a pesar de las previsiones y amenazas de lluvia, lo que induce a la equivocación. El burdeos del capirote luce aún más si cabe cuando los rayos del sol le caen desde lo alto y algunos turistas se quedan “cual estatuas de sal” al contemplar a unos cuantos nazarenos en plena sobremesa vagamos por las calles de la “charrería”.

Una vez en la Iglesia de la Purísima, el corazón te lleva hacia Él. Aunque estoy rodeado de muchas personas, me siento solo contigo, Señor; intento abstraerme de los comentarios bajitos, de los saludos, del ambiente… para quedarme frente a ti, ante ti, y permitirnos ese momento corto pero que no me digas cómo, somos capaces de llenar de tantos sentimientos, palabras, suplicas, peticiones, gratitudes y perdón, arrepentimiento y firmes propósitos.

Después lo paso mal. A la emoción que me producen tus palabras, Señor, se unen las muestras de cariño de mis hermanos y hermanas. Alguien, con acierto o sin él, no evitar reprimir lo que le producen esas imágenes y me dice: ¡Jo, cómo te quieren, Angel! Y realmente así me siento y así lo agradezco de corazón, pues en esos momentos uno olvida todo aquello que a lo largo del año ha contribuido a oscurecer mi corazón, a generar mis desvelos y dolores de cabeza… y a veces hasta del alma. Y reniego de haberme sentido una víctima, cuando quien realmente la “víctima” está encima del paso, despojado de todo rango y listo para cumplir lo que los profetas anunciaron: su muerte de Cruz. Y busco a tu Madre, necesito de su Esperanza, y allí, presidiendo el altar, se me ofrece Inmaculada, Pura y Virginal, y me acoge en su seno dándome generosa el Consuelo necesario para mitigar mi llanto.

La gente te espera por segundo año postrada en las paredes del Palacio de Monterrey. Tal vez haya menos expectación, aunque no es tan importante la cantidad sino la calidad. Cierto que no somos muchos los nazarenos que te acompañamos devolviéndote la luz que nos das cada día, pero lo hacemos desde la libertad de sentirnos hermanos tuyos, y a pesar de ir tapados con nuestro antifaz, es notoria nuestra condición de cristianos y nuestro amor por y para ti.

Y con el cirio en una mano y el rosario en otra, mis pasos se dirigen hacia el Paseo de las RR.MM. Úrsulas, entre las ramas “despojadas también de sus hojas” pero sintiendo que tras las fachadas del Convento de la Anunciación o de la Capilla de la Vera Cruz.

El recorrido hacia la “seo” salmantina ha mutado con relación al año interior, tal vez buscando semejanzas con los parajes que te llevaron al Calvario. Ello implica que mis hermanos costaleros se esfuerzen aún más subiendo la empinada calle Cervantes o transitando por el adoquinado de las estrechas calles que desembocan en Serranos para ponernos a tiro de piedra entre el emblemático edificio histórico de la Universidad y su Patio de Escuelas. Cierto es que estas calles son menos frecuentadas por devotos o curiosos, pero me invitan a la meditación y al recogimiento, a la oración del Santo Rosario.

El color de tus ropas también es distinto. Siempre me enseñaron que el "rojo o el burdeos" litúrgicamente simbolizan la sangre del martirio y la virtud de la Caridad, usándose principalmente en las fiestas en las que conmemoramos tu Pasión, como es el Domingo de Ramos o el Viernes Santo. Pero doctores tiene la Santa Madre Iglesia y Dios me libre de polemizar sobre si el morado es más propio de Adviento y de Cuaresma o del Lunes, Martes y Miércoles Santo, días considerados igualmente cuaresmales.

En definitiva, por unas calles u otras, con una túnica u otra, sin solución de continuidad la tarde va cayendo y dejando paso a la penumbra de la noche, que no impide que los aledaños catedralicios estén más que concurridos de fieles, pues muchos son los que esperan tu presencia y así te lo hacen notar y lo manifiestan. El órgano de la S.I.B. Catedral suena en tu honor y el Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo, D. Carlos López te espera, nos espera. Nos ponemos a vivir y a compartir el verdadero significado de nuestra salida procesional: la oración ante ti, Jesús Sacramentado.





























































































































Hasta aquí la primera parte de este reporjate gráfico que puedo compartir contigo gracias al trabajo de Heliodoro Ordás. En breve publicaré un segundo post con la "segunda parte" de la Estación de Penitencia. Gracias Heliodoro por mostrarnos desde tu óptica muchos de los momentos de esta segunda salida procesional de la hermandad salmantina de Jesús Despojado.